- Asesino, asesino – me gritaba la judía.
Aquél día yo había entrado a la casa de Levy, un paisano judío que intentó esquilmar a Wilkins con unos vinos y unos chorizos kosher. Y trató, cuando no, de acostarse con Rita. Wilkins detecto ambas cosas, preocupándose más por lo primero que por lo segundo (¿Ustedes creen que Wilkins se enoja porque Rita le mete los cuernos? Nah… Solo cuando se entera, me hace matar al fulano para que lo sigan respetando) y me mandó a hacer pastrom con el judío.
- Asesino, ¡¡¡¡asesino!!!! – me gritaba la judía, estirando las o.
- Señora, no me diga lo que yo ya sé.
Las cosas habían sucedido así. Yo había tocado el timbre del negocio, y la judía había atendido.
- ¿Quién es? – dijo, abriéndome la puerta.
- ¿Es usted la viuda de Levy? – pregunté
La judía se tomó aquello a broma, y dándose vuelta, gritó:
- Jacobo…Jacobooooooo….Acabo de enviudarte. ¿Cuánto hay en la herencia?
El judío, enorme y grueso, salió, con una camisa blanca arremangada y grasienta, con los botones de abajo saltados debido a la presión que ejercía sobre la endeble tela aquella enorme panza.
- ¿Qué?
- Que acaba de enviud….apártese, señora, por favor- dije yo, para evitar más tramites.
Y sacando mi ¨ quince luces ¨, lo dejé tirado en el piso, al lado de las aceitunas. No hay mucho más que contar con respecto a la muerte del judío.
- ¡Asesino! - me gritaba la judía.
- Yo le pregunté si usted era la viuda…si usted no entiende las indirectas… Además, lo mío es matonaje de anticipación.
- Voy a llamar la policía. – Dijo, tratando de ir al teléfono.
- Señora, no creo que sea conveniente. Yo mismo he venido a jugar al pequeño casino privado que tiene su marido detrás. ¿Cómo va a explicar eso, cuando levantando al finado, los polis se encuentren con una hermosa mesa de Bacará?
- Entonces, váyase - me ordenó la judía, colgando el teléfono – Déjeme en paz con mi muerto.
- Su muerto, señora, está muerto gracias a sus buenas acciones. Le quiso quitar el cinturón de castidad a la mujer de mi patrón. No es el único, le aviso, por si las dudas. Varios le han quitado ya el cinturón de castidad a la mujer de mi patrón. Ella es. Veamos. Muy puta. Bueno, además de eso, su marido quiso estafar a mi jefe.
- Oy, oyoyoyoyoyyyyyyyyy… (mirando al cadáver) ¿Tú, Jacobo, quisiste hacer eso? ¿Quisiste estar con una shiksa? ¿Dónde quedó tu honestidad?
- Y además quiso esquilmar a mi patrón, como le he dicho antes.
- ¿Otra mujer, Jacobo?- La judía tomó la escoba empezó a darle de escobazos al cuerpo del respetable mercader.
- ¿Yo ya no te gustaba? ¿Eh? Maldito cerdo, querías ir a revolcarte con esa puerca, pedazo de un schmuck!!! Tanto arreglarme para ti, tanto mantenerme flaca y bonita para ti, y tú, cerdo, quieres ir a revolcarte con una cualquiera…
Yo iba a añadir que la mujer de mi patrón no era una cualquiera, pero no hubiera sido verdad. Y esta era la hora de la verdad.
A veces imagino estos momentos como si fueran los clips de películas que pasan durante una entrega de premios.
- Señora, no se desperdicie. Ese tipo está frío. Sacaremos su cadáver al callejón, y usted dirá a los polis que han intentado robarlo y que se resistió. O pagará, ningún poli se preocupa por… (Iba a decir ¨ un judío muerto ¨)…ningún poli se preocupa por un judío muerto (yo avisé, era la hora de la verdad). Preocúpese por usted, mejor, que está sola y viva…
And the oscar goes to...
Otra verdad debe ser dicha: la judía estaba más buena que disparar a la cabeza. Tenía una cintura envidiable, los ojos verdes, el cabello colorado. Imaginaba su vello colorado, y mis deseos de acostarme con ella se multiplicaron por cinco, y dieron por número final: muchas ganas.
La judía dejó de llorar. Empezaba a escucharme.
- Además señora, haga su vida. Ahora tiene que mantener este negocio, continuar con su vida…Es usted tan bella.
Sonrió. And the Golden Globe goes to.
- No entiendo como su marido podía pensar en engañarla, siendo usted un pedazo de hembra tan tremenda. (Cuando me pongo romántico, no hay quien me pare).
- No diga esas cosas delante de Levy.
- Ni se entera, patrona, créame. En todo caso, vamos al pequeño casino…y allí vemos que podemos hacer con toda esta situación.
Fue la primera vez y la última que Judith tuvo una experiencia mesiánica. No porque yo sea religioso, sino porque me llamo Mesías. ¿Entienden la sutileza? Es un chiste que me hizo Wilkins. Bueno, está bien, es malo como chiste.
Antes de salir, me llevé un par de cosas para la cena. No hubo protestas, ni tuve que pagar. Incluso me llevé también un par de pesos de la caja. La judía quedó tendida en la tienda, con una cara de orgasmo petrificada, y un balazo en la frente. Wilkins me dijo que no dejara testigos.
And The Super Shooter Prize Goes To...
Aiiiiiiiiiiiiiii!! Qué lindo que essssssssssss! Me encantaaaaaaaaaaaaaaa!
ResponderEliminarMuy bueno Pedro, en hora buena. Me gusta como fluye.
ResponderEliminarHM